Lorena Vega: "Envidiosa cuestiona los mandatos históricos de la mujer" | |
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La relevancia de una actuación o de un personaje dentro de una ficción no siempre está dado por el tiempo en que se aparece en cámara o por la cantidad de texto que se tiene para decir. Como suele decirse, a veces menos es más. Bien sabe de la justeza de una interpretación Lorena Vega, la actriz, dramaturga y directora de largo recorrido teatral que el año pasado llamó la atención del gran público por su papel de Fernanda, la psicóloga que con paciencia y profesionalismo atiende en su consultorio a la intensa y obsesiva Vicky (Griselda Siciliani) en Envidiosa, la comedia de Netflix que acaba de estrenar su segunda temporada. “Me interesa que la serie haya levantado tanto interés para pensar y hablar sobre el lugar de la mujer, y todo lo que pasa con respecto a los mandatos”, afirma la actriz en diálogo con Página/12.
Una ficción dentro de la ficción. Así se podría definir al consultorio en el que Fernanda y Vicky se encuentran en cada episodio de Envidiosa para ponerle pausa al frenético desborde cotidiano de esa mujer cuyo sueño de príncipe azul y familia perfecta le impide disfrutar la vida, y por momentos la convierte en un ser insoportable. Es que, en cierta manera, esa cápsula cerrada de terapia de a dos se presenta dentro de la ficción como una dimensión distinta, con un registro actoral e interpretativo muy particular, en un duelo actoral que funciona a la perfección gracias a los contrastes y complicidades que ambas actrices y personajes construyen con conciencia narrativa. Un espacio muy esporádico dentro de la ficción, pero clave (y muy esperado por los espectadores) para la estructura dramática y conceptual de la serie.
“Pienso la escena como si fuera un partido de tenis, con esa tensión del circuito que hace la pelota yendo de un lugar a otro”, cuenta Vega sobre ese espacio que dinamiza a la ficción y a la protagonista hacia otros lugares y tiempos. “Todos teníamos en claro desde un comienzo que en la terapia era donde íbamos a conocer al personaje de Vicky de otra manera, donde se iba a poder expresar otra cosa, donde íbamos a comprender cosas de ella, porque ella se iba a encontrar con cuestiones que enfrentaban su forma de pensar la vida”.
-¿Cómo es ser parte del elenco de una ficción pero en la que solo tiene contacto e interactúa con un único personaje, en un único set?
-Hay algo que a mí no me hace sentir extranjera, que no diferencia lo que hacemos nosotras del resto del elenco. Tiene que ver con que el elenco es una troupe amada, de mucha gente que nos conocemos hace tiempo, que trabajamos juntos en un montón de cosas, y con las que compartimos un lenguaje expresivo y una manera de pensar la actuación en general que nos aúna, que nos identifica. Eso me hace sentir parte de esa tribu que está adentro de esta ficción. Porque, además, para trabajar las escenas con Griselda me servía mucho conocer todo el arco dramático del resto de los personajes y de la historia. Haber filmado nuestras escenas del consultorio después de haberse grabado toda la temporada fue un hallazgo, porque Griselda tenía ya atravesado en su cuerpo todas la experiencias que el personaje lleva a terapia. Y las expone entregando todo, sin respiro, con una energía muy fuerte.
-Envidiosa propone en la terapia un juego de contrastes muy marcados entre el personaje de Vicky y el tuyo. ¿Cómo fue esa construcción de registros tan diferentes?
-Con Gri actuamos muy en comunión, con un mismo lenguaje, aún sin haber tenido una experiencia laboral previa. Nos sorprendió lo que pasó porque sentíamos que habíamos trabajado toda la vida juntas, cuando en realidad era nuestro primer trabajo. Nos conocíamos, nos habíamos visto en teatro y yo a ella también en lo audiovisual. Ayudó al vínculo a que las dos formamos parte del territorio teatral, más allá del recorrido de Gri en la ficción.
-¿Es importante esa génesis teatral y el entendimiento fuera del set para poder construir esa dupla tan potente en escena?
-No creo que haya una fórmula para trabajar. A nosotros nos facilitó el encuentro actoral y humano, y nos potenció. No siempre tenés que tener un vínculo de absoluta sintonía con el otro porque la actuación siempre es un misterio. He escuchado de casos de actores que no tenían onda fuera de escena pero al momento de actuar se encendía todo. Los tengo más escuchados que vividos. En este caso, fue todo muy angelado y muy en sintonía por lo que nosotros jugábamos en escena. Es decir: en el set se trata de dos personajes muy opuestos, en donde incluso emerge una relación muy resistida, porque la protagonista se resiste a la terapia y le molestan las devoluciones de la analista, aunque sigue yendo porque evidentemente algo empieza a hacerle ruido en su vida.
-¿Hubo mucho lugar para la improvisación?
-No, hay mucho de libro, pero con la libertad para que, si nos surgía algo, pudiera entrar. Y siento que eso era bienvenido y que también nos hacía sentir mejor, porque eso sucede cuando vos ya entendés el código, cuando entendés cuál es la identidad de ese material. Entonces, podés jugar dentro de ese juego. De lo contrario, todo caería en saco roto, no funcionaría. Compartir el código, una misma manera de pensar, nos permitió jugar las escenas en términos rítmicos, más allá del sentido. Hubo mucha percepción de lo rítmico en las sesiones de terapia. Todo eso fue posible porque los personajes se nos apegaron tanto que ya pensábamos y hacíamos por ellos mismos al momento de actuar.
-Fernanda se mueve con una economía de gestos que contrasta con el estilo "barroco" de Vicky, reforzando los roles de cada personaje.
-Sí, recontra. En mi caso, me caracterizo por abordar al personaje desde decisiones formales que tomo previamente. Bien concretas, sobre modos de mirar, tipos de apoyo, de cómo distribuyo el peso de mi cuerpo y de mis palabras, de la velocidad con la que me muevo o con la que hablo. Eso lo establezco previamente, en general. Acá, en cambio, el contrapunto dejaba muy cantado que tenía que diferenciarme de ella y organizar el cuerpo en el trabajo conjunto, en concentrar la atención más en el ida y vuelta de las dos. Siempre estuvo la premisa de que se le iba a dar mucha importancia a la expresión gestual, por lo que confiamos en que se iba a narrar a través de la cámara, no solo cuando hablara sino también cuando escuchara, cuando no dijera nada, cuando hiciera cosas muy pequeñas en relación al rebote de lo que voy escuchando… Parece sencillo, pero no lo es. Primero porque el medio, el dispositivo, no siempre lo permite. Y segundo porque eso te puede jugar en contra y por ahí empezás a hacer cosas de más. En la actuación, un gesto mínimo dice mucho. Y la dirección de Envidiosa supo captar esos detalles.
-¿Aún en un trabajo para una serie? Porque vos tenés un recorrido más teatral que en mainstream audiovisual, donde apenas habías participado con papeles menores en Los internacionales, El reino o El fin del amor. ¿Envidiosa representó un desafío?
-Sí. Cuando me propusieron este personaje, acepté porque me dieron ganas de hacerlo. No me hablaron de que iba a hacer un rol protagónico. En los ensayos se habló mucho de que en términos semánticos la terapia iba a ser muy importante, que no importaba cuánto esté en cantidad de minutos, pero lo que allí se cocinaba era bastante central para una mejor comprensión de la historia. Pero cuando me llegó la propuesta lo que recibí fue una oportunidad de trabajo, que en este momento es fundamental, y la posibilidad de actuar con Griselda. Y eso era un desafío al que me tenía que atrever. Me parecía que podría ayudarme a crecer, asumir una nueva experiencia, en otra cancha, de otra manera. Envidiosa no fue un material fácil de encarar, sobre todo en tiempos como los que vivimos: que la protagonista sea esa especie de bufón, tan incorrecta, tratando de seguir todos los mandatos que desde el feminismo se critican, era complejo. Era un lindo brete en el que nos metíamos.
-De hecho, Envidiosa generó un fuerte debate sobre lo que Vicky representaba en tiempos de liberación femenina y lucha por igualdad de derechos.
-Sí, Fernanda tiene algo pedagógico para con Vicky, de guiarla hacia un nuevo lugar, que ella percibe pero no lo entiende. Ella sabe que hay otra cosa, otra manera de pensar, pero no logra captarla. A mí me gustó que la serie haya generado revuelo, en el sentido de que me parece que está buenísimo que haya habido interés y deseo de volver a hablar y pensar el lugar de la mujer, y todo lo que pasa con respecto a los mandatos. No me interesó el revuelo para que la serie tuviera más éxito sino que me resultó interesante que desde la propuesta de ficción se debata el rol de la mujer.
-El sueño -casi obsesión- de Vicky de tener una familia ideal, de ama de casa criando a sus hijos en una casa con jardín contrasta con la manera en que el resto de las mujeres que aparecen en la serie entienden la vida.
-Es que la serie no tiene la intención de decir que el buen camino es ser una mujer ama de casa, casarse y tener hijos. Me parece que la serie pone la reflexión en otros personajes y no en el protagónico. Es inteligente haber hecho eso en términos ficcionales, en términos narrativos. La serie cuestiona los patrones con los que Vicky está parada, con los que estuvo parada históricamente. Y que son patrones que aún existen. Más cerca de lo que suponemos. Gri suele decir que la serie probablemente dice más lo que piensa a través de otros personajes que de la protagonista, como pueden ser Carolina, la hermana, como puede ser Fernanda o incluso la madre, que para mí es una jugada genial que la mayor feminista de todas sea justamente una mujer de otra generación.
-¿Cómo te llevás con la visibilidad a la que te expuso Envidiosa, después de años de trabajo en otros ámbitos menos masivos, incluso más artesanales?
-Tuve la suerte de que la gente que se me acerca lo hace para agradecerme por el personaje, por cómo la hacemos reír, y me transite mucha alegría. Es algo similar a lo que me sucede con las obras de teatro. La gente agradece que se rió, que la pasó bien. No me pide tanto “una foto”, como puede pasar en otros reconocimientos. Lo emparento más con lo que pasa con la música, del agradecer la canción y el momento vivido.
-¿O sea que sentiste con los espectadores el mismo vínculo que recibís a través de tus obras de teatro, pero masificado al tratarse de un proyecto audiovisual mainstream?
-Claro, no lo sentí tan lejano en ese sentido. Me parece que la diferencia mayor se vincula a la llegada que tiene la serie, a la cantidad de gente y a los límites geográficos que trasciende. Pero no en relación al set, a la actuación. Sí, tenía como una tensión distinta a la hora de empezar la escena con Gri, porque quería estar a al altura de ese ”mano a mano” que me propusieron. Por suerte, me sentí muy invitada por Gri a actuar, a jugar. Sabiendo que ella era la anfitriona, que compone un personaje que juega todo el arco dramático, toda la paleta expresiva y anímica que puede tener un personaje con ese nivel de emociones extremas. Me sentí muy cómoda para poder jugar lo mío y aportar a la serie.
La relevancia de una actuación o de un personaje dentro de una ficción no siempre está dado por el tiempo en que se aparece en cámara o por la cantidad de texto que se tiene para decir. Como suele decirse, a veces menos es más. Bien sabe de la justeza de una interpretación Lorena Vega, la actriz, dramaturga y directora de largo recorrido teatral que el año pasado llamó la atención del gran público por su papel de Fernanda, la psicóloga que con paciencia y profesionalismo atiende en su consultorio a la intensa y obsesiva Vicky (Griselda Siciliani) en Envidiosa, la comedia de Netflix que acaba de estrenar su segunda temporada. “Me interesa que la serie haya levantado tanto interés para pensar y hablar sobre el lugar de la mujer, y todo lo que pasa con respecto a los mandatos”, afirma la actriz en diálogo con Página/12.
Una ficción dentro de la ficción. Así se podría definir al consultorio en el que Fernanda y Vicky se encuentran en cada episodio de Envidiosa para ponerle pausa al frenético desborde cotidiano de esa mujer cuyo sueño de príncipe azul y familia perfecta le impide disfrutar la vida, y por momentos la convierte en un ser insoportable. Es que, en cierta manera, esa cápsula cerrada de terapia de a dos se presenta dentro de la ficción como una dimensión distinta, con un registro actoral e interpretativo muy particular, en un duelo actoral que funciona a la perfección gracias a los contrastes y complicidades que ambas actrices y personajes construyen con conciencia narrativa. Un espacio muy esporádico dentro de la ficción, pero clave (y muy esperado por los espectadores) para la estructura dramática y conceptual de la serie.
“Pienso la escena como si fuera un partido de tenis, con esa tensión del circuito que hace la pelota yendo de un lugar a otro”, cuenta Vega sobre ese espacio que dinamiza a la ficción y a la protagonista hacia otros lugares y tiempos. “Todos teníamos en claro desde un comienzo que en la terapia era donde íbamos a conocer al personaje de Vicky de otra manera, donde se iba a poder expresar otra cosa, donde íbamos a comprender cosas de ella, porque ella se iba a encontrar con cuestiones que enfrentaban su forma de pensar la vida”.
-¿Cómo es ser parte del elenco de una ficción pero en la que solo tiene contacto e interactúa con un único personaje, en un único set?
-Hay algo que a mí no me hace sentir extranjera, que no diferencia lo que hacemos nosotras del resto del elenco. Tiene que ver con que el elenco es una troupe amada, de mucha gente que nos conocemos hace tiempo, que trabajamos juntos en un montón de cosas, y con las que compartimos un lenguaje expresivo y una manera de pensar la actuación en general que nos aúna, que nos identifica. Eso me hace sentir parte de esa tribu que está adentro de esta ficción. Porque, además, para trabajar las escenas con Griselda me servía mucho conocer todo el arco dramático del resto de los personajes y de la historia. Haber filmado nuestras escenas del consultorio después de haberse grabado toda la temporada fue un hallazgo, porque Griselda tenía ya atravesado en su cuerpo todas la experiencias que el personaje lleva a terapia. Y las expone entregando todo, sin respiro, con una energía muy fuerte.
-Envidiosa propone en la terapia un juego de contrastes muy marcados entre el personaje de Vicky y el tuyo. ¿Cómo fue esa construcción de registros tan diferentes?
-Con Gri actuamos muy en comunión, con un mismo lenguaje, aún sin haber tenido una experiencia laboral previa. Nos sorprendió lo que pasó porque sentíamos que habíamos trabajado toda la vida juntas, cuando en realidad era nuestro primer trabajo. Nos conocíamos, nos habíamos visto en teatro y yo a ella también en lo audiovisual. Ayudó al vínculo a que las dos formamos parte del territorio teatral, más allá del recorrido de Gri en la ficción.
Vega y Siciliani en el set. -¿Es importante esa génesis teatral y el entendimiento fuera del set para poder construir esa dupla tan potente en escena?
-No creo que haya una fórmula para trabajar. A nosotros nos facilitó el encuentro actoral y humano, y nos potenció. No siempre tenés que tener un vínculo de absoluta sintonía con el otro porque la actuación siempre es un misterio. He escuchado de casos de actores que no tenían onda fuera de escena pero al momento de actuar se encendía todo. Los tengo más escuchados que vividos. En este caso, fue todo muy angelado y muy en sintonía por lo que nosotros jugábamos en escena. Es decir: en el set se trata de dos personajes muy opuestos, en donde incluso emerge una relación muy resistida, porque la protagonista se resiste a la terapia y le molestan las devoluciones de la analista, aunque sigue yendo porque evidentemente algo empieza a hacerle ruido en su vida.
-¿Hubo mucho lugar para la improvisación?
-No, hay mucho de libro, pero con la libertad para que, si nos surgía algo, pudiera entrar. Y siento que eso era bienvenido y que también nos hacía sentir mejor, porque eso sucede cuando vos ya entendés el código, cuando entendés cuál es la identidad de ese material. Entonces, podés jugar dentro de ese juego. De lo contrario, todo caería en saco roto, no funcionaría. Compartir el código, una misma manera de pensar, nos permitió jugar las escenas en términos rítmicos, más allá del sentido. Hubo mucha percepción de lo rítmico en las sesiones de terapia. Todo eso fue posible porque los personajes se nos apegaron tanto que ya pensábamos y hacíamos por ellos mismos al momento de actuar.
-Fernanda se mueve con una economía de gestos que contrasta con el estilo "barroco" de Vicky, reforzando los roles de cada personaje.
-Sí, recontra. En mi caso, me caracterizo por abordar al personaje desde decisiones formales que tomo previamente. Bien concretas, sobre modos de mirar, tipos de apoyo, de cómo distribuyo el peso de mi cuerpo y de mis palabras, de la velocidad con la que me muevo o con la que hablo. Eso lo establezco previamente, en general. Acá, en cambio, el contrapunto dejaba muy cantado que tenía que diferenciarme de ella y organizar el cuerpo en el trabajo conjunto, en concentrar la atención más en el ida y vuelta de las dos. Siempre estuvo la premisa de que se le iba a dar mucha importancia a la expresión gestual, por lo que confiamos en que se iba a narrar a través de la cámara, no solo cuando hablara sino también cuando escuchara, cuando no dijera nada, cuando hiciera cosas muy pequeñas en relación al rebote de lo que voy escuchando… Parece sencillo, pero no lo es. Primero porque el medio, el dispositivo, no siempre lo permite. Y segundo porque eso te puede jugar en contra y por ahí empezás a hacer cosas de más. En la actuación, un gesto mínimo dice mucho. Y la dirección de Envidiosa supo captar esos detalles.
-¿Aún en un trabajo para una serie? Porque vos tenés un recorrido más teatral que en mainstream audiovisual, donde apenas habías participado con papeles menores en Los internacionales, El reino o El fin del amor. ¿Envidiosa representó un desafío?
-Sí. Cuando me propusieron este personaje, acepté porque me dieron ganas de hacerlo. No me hablaron de que iba a hacer un rol protagónico. En los ensayos se habló mucho de que en términos semánticos la terapia iba a ser muy importante, que no importaba cuánto esté en cantidad de minutos, pero lo que allí se cocinaba era bastante central para una mejor comprensión de la historia. Pero cuando me llegó la propuesta lo que recibí fue una oportunidad de trabajo, que en este momento es fundamental, y la posibilidad de actuar con Griselda. Y eso era un desafío al que me tenía que atrever. Me parecía que podría ayudarme a crecer, asumir una nueva experiencia, en otra cancha, de otra manera. Envidiosa no fue un material fácil de encarar, sobre todo en tiempos como los que vivimos: que la protagonista sea esa especie de bufón, tan incorrecta, tratando de seguir todos los mandatos que desde el feminismo se critican, era complejo. Era un lindo brete en el que nos metíamos.
-De hecho, Envidiosa generó un fuerte debate sobre lo que Vicky representaba en tiempos de liberación femenina y lucha por igualdad de derechos.
-Sí, Fernanda tiene algo pedagógico para con Vicky, de guiarla hacia un nuevo lugar, que ella percibe pero no lo entiende. Ella sabe que hay otra cosa, otra manera de pensar, pero no logra captarla. A mí me gustó que la serie haya generado revuelo, en el sentido de que me parece que está buenísimo que haya habido interés y deseo de volver a hablar y pensar el lugar de la mujer, y todo lo que pasa con respecto a los mandatos. No me interesó el revuelo para que la serie tuviera más éxito sino que me resultó interesante que desde la propuesta de ficción se debata el rol de la mujer.
-El sueño -casi obsesión- de Vicky de tener una familia ideal, de ama de casa criando a sus hijos en una casa con jardín contrasta con la manera en que el resto de las mujeres que aparecen en la serie entienden la vida.
-Es que la serie no tiene la intención de decir que el buen camino es ser una mujer ama de casa, casarse y tener hijos. Me parece que la serie pone la reflexión en otros personajes y no en el protagónico. Es inteligente haber hecho eso en términos ficcionales, en términos narrativos. La serie cuestiona los patrones con los que Vicky está parada, con los que estuvo parada históricamente. Y que son patrones que aún existen. Más cerca de lo que suponemos. Gri suele decir que la serie probablemente dice más lo que piensa a través de otros personajes que de la protagonista, como pueden ser Carolina, la hermana, como puede ser Fernanda o incluso la madre, que para mí es una jugada genial que la mayor feminista de todas sea justamente una mujer de otra generación.
-¿Cómo te llevás con la visibilidad a la que te expuso Envidiosa, después de años de trabajo en otros ámbitos menos masivos, incluso más artesanales?
-Tuve la suerte de que la gente que se me acerca lo hace para agradecerme por el personaje, por cómo la hacemos reír, y me transite mucha alegría. Es algo similar a lo que me sucede con las obras de teatro. La gente agradece que se rió, que la pasó bien. No me pide tanto “una foto”, como puede pasar en otros reconocimientos. Lo emparento más con lo que pasa con la música, del agradecer la canción y el momento vivido.
-¿O sea que sentiste con los espectadores el mismo vínculo que recibís a través de tus obras de teatro, pero masificado al tratarse de un proyecto audiovisual mainstream?
-Claro, no lo sentí tan lejano en ese sentido. Me parece que la diferencia mayor se vincula a la llegada que tiene la serie, a la cantidad de gente y a los límites geográficos que trasciende. Pero no en relación al set, a la actuación. Sí, tenía como una tensión distinta a la hora de empezar la escena con Gri, porque quería estar a al altura de ese ”mano a mano” que me propusieron. Por suerte, me sentí muy invitada por Gri a actuar, a jugar. Sabiendo que ella era la anfitriona, que compone un personaje que juega todo el arco dramático, toda la paleta expresiva y anímica que puede tener un personaje con ese nivel de emociones extremas. Me sentí muy cómoda para poder jugar lo mío y aportar a la serie.
-La última: ¿cómo percibís el ataque del gobierno hacia las instituciones y hacedores culturales argentinos?
-Lo vivo con preocupación. Me siento en este momento en una situación de privilegio por tener este trabajo y otros que voy a hacer a lo largo del año (ver abajo). Pero sé que no es lo que más sucede en la actualidad. Y eso me preocupa porque tengo muy claro cuáles son los espacios que ahora están desfinanciados y que no tienen herramientas para generar trabajo para todo el arco artístico. El de la cultura es un espacio que se ataca porque justamente puede tocar el corazón de la gente, que tiene la capacidad de llegar a un lugar que es muy difícil de llegar. Entonces, no es ingenuo el ataque. Pero confío mucho en nosotros, como sociedad… Me parece que la marcha del otro día es una reacción política de la sociedad que demuestra que todo el tiempo hay oportunidad de seguir haciendo cosas. Creo que fue una marcha que fue organizada pero no fue partidista, fue espontánea de distintos sectores de la sociedad muy transversal y que eso quiere decir algo. Eso es esperanzador. Todo el tiempo tenemos la oportunidad de seguir pensando cosas y reagruparnos para encontrar la salida justa, que integre a todas y a todos, porque no hay por qué dejar que nadie que tenga más derecho que otro. Nadie.
Agenda cargada Un año a puro teatro Hacedora de la cultura desde siempre, durante 2025 Vega tendrá mucho trabajo, en distintos roles y proyectos. En esta temporada, se la podrá ver en escena junto a Valeria Lois en la reposición de La vida extraordinaria (todos los miércoles en el Teatro Picadero) y junto a Laura Paredes en Las cautivas (domingos en el Metropolitan), ambas bajo la dirección y dramaturgia de Mariano Tenconi Blanco. Como directora, volverá a ponerse al frente de Precoz, la obra basada en la novela de Ariana Harwicz que los lunes de febrero se presentará en Timbre 4. Con el protagónico de Cristian Alarcón, Testosterona volverá a escena bajo su dirección como ciclo en el Teatro Picadero. Por si fuera poco, Vega va a reestrenar Civilización, la obra que tuvo una temporada en el Cervantes online en tiempos de pandemia y que ahora dirigirá en el Dumont 4040, desde marzo. En ese mes, el 15, se presentará en el Teatro Roma de Avellaneda con una función de Yo, Encarnación Ezcurra, que la tiene como protagonista. Y, por supuesto, esa obra documental sobre su propia biografía familiar, Imprenteros, retornará al teatro a partir de agosto. | |